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Por muchos años Dios nos ha permitido compartir el Evangelio de Jesucristo y hemos llegado al convencimiento de que todo lo que hacemos tiene la autoridad del Señor Jesús impresa en ello: “También se escribió que este mensaje se proclamaría con la autoridad de su nombre a todas las naciones, comenzando con Jerusalén: “Hay perdón de pecados para todos los que se arrepientan”.” Lc. 24:47.
Esto solamente es posible gracias al poder del Espíritu Santo (Hch. 1:8), único responsable de la extensión del Reino de Dios, solo Él tiene el poder para cambiar los corazones de la humanidad, tanto los nuestros como los de aquellos que escuchan el Evangelio de Jesús por primera vez: “pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra.” Hch. 1:8.
Y luego, como no puede estar incompleta la Trinidad, comprendimos que todo lo que hacemos es para la gloria de Dios (Fil. 2:9-11). Y esta es la parte esencial de la respuesta acerca del por qué le servimos a Él en evangelismo: “Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre.” Fil. 2:9-11.
En virtud de que la obra completa de salvación la realiza el Espíritu Santo, a nosotros los salvos solo se nos demanda sembrar la Buena Semilla (Mr. 4:26-27), la comprensión de este potente principio bíblico trae paz a los creyentes que estamos trabajando en el campo, y además ofrece comprensión acerca de que: cualquier cosa que hagamos en el evangelismo y el fruto de ella, sea para salvación o para condenación de un individuo, al final de los tiempos todo ello será para la gloria de Dios Padre, reconociendo que no tenemos ni deseamos ningún mérito por las obras que Él nos ha permitido hacer para la extensión de Su Reino.
Es por ello por lo que nos sentimos más a gusto sabiendo que evangelizamos, para que nuestro Padre Celestial reciba toda la gloria. Este es el combustible con el cual llenamos nuestro motor en el evangelismo, centrando así nuestros dones y talentos solo en nuestro amado Salvador, Señor y Dios Jesús. Te invitamos a que tú también lo hagas de esta forma para la gloria de Dios Padre.
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