Dios enseña que sin el arrepentimiento no podrá haber salvación (Is. 55:7; Ez. 18:4; Hch. 17:30). Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes (Stg. 4:6).
¿De qué deben entonces las personas arrepentirse? Dios enseña que el Espíritu Santo convence del pecado de no creer en el Señor Jesús acerca de quién Él dice que es, convence de pecado por cuanto no creen en Él. (Jn. 16:8-9).
La obra del Espíritu Santo para salvación es la de convencernos que hemos rechazado a Jesús y que no creemos en quién Él es. El arrepentimiento bíblico que produce el Espíritu Santo es el cambio entre: amar el pecado y rechazar a Dios, para ahora, amar a Jesucristo y rechazar el pecado.
Todas las personas saben que Dios existe (Ro. 1:19-20), y Él ha escrito la ley en los corazones (Ro. 2:15), por lo tanto, nadie puede alegar que no sabe que hace lo malo, y Dios ha hecho un llamado a que seamos santos, apartados del mal y del pecado (1 Pd. 1:16).
El mayor problema de las personas es que el Señor Jesús vino al mundo, pero las personas han amado más el mal, el pecado, las tinieblas, y le han rechazado (Jn. 3:19). De esto es lo que un inconverso debe arrepentirse inicialmente, del pecado de rechazar a Jesús.
Por supuesto que todos tenemos miles de pecados que igualmente requieren ser confesados a Dios y nuestra nueva vida demuestre, con frutos dignos de arrepentimiento, que ahora se ha nacido de nuevo (Mt. 3:8; Jn. 3:3).
Aquellos que se les presenta un evangelio moderno, diluido, centrado en el hombre, han llegado sin arrepentimiento, sin el cual no se salvarán (Lc. 13:5; Hch. 17:31).
El arrepentimiento que procede de Dios es el único que salva a las personas, en 2 Corintios 7:10, Dios lo describe de esta forma: “Pues la clase de tristeza que Dios desea que suframos nos aleja del pecado y trae como resultado salvación. No hay que lamentarse por esa clase de tristeza; pero la tristeza del mundo, a la cual le falta arrepentimiento, resulta en muerte espiritual.” Podemos comparar el arrepentimiento que sufrió Pedro con la aflicción y el suicidio de Judas. Ambos negaron al Señor Jesús, pero uno se arrepintió y Dios le restauró a la fe y a Su servicio; el otro se quitó la vida.
El arrepentimiento está en el centro mismo de la salvación y es su demostración por excelencia: los que antes no creían se arrepienten de su pecado en un principio al ser salvos y luego como creyentes se arrepienten de sus pecados continuamente, manteniendo así el gozo y la bendición de su relación con Dios Padre (1 Jn. 1:7-9).
En Sólo Jesús Salva servimos a la iglesia para conocer cuál es el Evangelio y cómo hablarlo con otras personas.
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