El Evangelio, las Buenas Noticias, es hablar de Jesús, de quien es Él y de la obra que hizo en la cruz por nosotros.
Comprendemos que lo correcto antes de presentar a Jesús como Salvador, es hablarle al inconverso acerca de su problema ante Dios tres veces Santo, utilizando la ley como hermosa herramienta suministrada por Dios para facilitar el que la persona se dé cuenta de que realmente necesita al Salvador.
Es de suma importancia que la persona que cree en Jesús para salvación, le reconozca de acuerdo con como Él mismo se describe y de quién es Él. La respuesta de las personas acerca de quién es Jesús, determinará no sólo sus valores y su estilo de vida, sino también su destino eterno. Veamos quién es Jesús:
Jesús es Aquel que describe acertadamente la condición humana, nos enseña que somos pecadores. Jesús es Aquel que provee el remedio para nuestra enfermedad, nos libra de la maldición del pecado y la muerte eterna. Jesús es Aquel que es completamente puro, nos limpia con Su sangre pues es el Único cuyo sacrificio Dios acepta. Jesús es Aquel que conecta los puntos de la historia, nos demuestra que Él es el Mesías prometido y nuestro Salvador. Jesús es Aquel que responde a nuestro dolor y sufrimiento, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros. Jesús es Aquel que resucitó de los muertos, y por ello podemos tener fe de que, así como Él resucitó, también nos resucitará a nosotros cuando sea Su día (Col. 2:13-15).
El Señor Jesucristo, quien es el Mesías Prometido (Is. 9:6), el Salvador del mundo (Mt. 1:21; 1 Jn. 4:14), el Hijo de Dios (Mt. 16:16; Mr. 1:1; Lc. 1:35; Jn. 3:18), y que es Dios mismo (Jn. 1:1, 14; 8:58; 10:30; Hch. 20:28), 100% hombre y 100% Dios (Jn. 1:1, 14; Col. 1:15; 2:9), que fue probado en todo y sin embargo nunca pecó (2 Co. 5:21; 1 Jn. 3:5; He. 4:15), se presentó como sacrificio perfecto ante Dios, cumpliendo, por medio del derramamiento de su sangre (1 Pd. 1:18-19), con todas las demandas que la Justicia de Dios Padre exige para pagar por el castigo que la Ley de Dios reclama por pecar contra Dios que es tres veces Santo (Ro. 5:6-8; 1 Jn. 1:7). Al derramar su sangre en la cruz (Mt. 26:28; He. 9:22), Él hizo por nosotros lo siguiente: la Sustitución, Justificación, Regeneración, Santificación, Redención, Reconciliación y Propiciación.
Esta obra en la cruz se le conoce como la doctrina de la cruz, en la cual Dios permitió que se realizarán siete acciones en nuestro beneficio. El conocer cada una de ellas es de suma importancia, pues está en la esencia misma de la salvación. Veamos qué hizo Jesús en aquella cruz:
Sustitución: Reemplazar en lo que otro debería hacer, pero por alguna razón no puede. Cristo tomó mi lugar en esa cruz, nos sustituyó para que recibiéramos los beneficios, murió por los viles, por los que no tenían salida. En aquella cruz, Dios Padre trató a Jesús como si Él hubiera vivido nuestra vida, para que entonces Dios nos pueda tratar como si hubiéramos vivido la vida de santidad y perfección que vivió el Señor Jesucristo. (Gn. 22:13; Is. 53:5; 2 Co. 5:21; 1 Pd. 2.24; 3:18; Gá. 1:4).
Justificación: Es la respuesta de Dios a la fe genuina, por medio de la cual Dios nos perdona de nuestros pecados y nos declara legalmente perfectos y sin pecado, nos trata como si nuestro camino fuera tan recto como el de Jesús y nos da crédito por la vida recta que Jesús llevó. Aunque todos pecamos y pecamos todos los días, Dios nos declara libres de pecado. Cuando vengo con fe y arrepentimiento me declara inocente ante el Padre, me justifica. (Ro. 4:5; 5:9; 1 Pd. 2:24; 2 Co. 5:21; Gá. 2:16; Fil. 3:8-9; Col. 2:13-14; Ro. 5:1; 3:28; Gá. 2:21).
Regeneración: Da vida donde había muerte (nuevo nacimiento), somos transformados de adentro hacia afuera por el poder del Espíritu Santo. (2 Co. 5:17; Ef. 2:1, 5; Tit. 3:5; Jn. 3:5; Mt. 7:17-20).
Santificación: Nos apartó por medio de su Hijo amado (1 Jn. 3:23). La santificación se divide en tres: 1) Apartados para Dios: Ya no somos nuestros, fuimos comprados y apartados (1 Co. 6:20). 2) Santidad: Recibimos su naturaleza. Así como el niño que se pone el traje del papá y le queda grande, debe de crecer y madurar para que le talle bien (Ef. 1:4-5), crecemos por el poder de Cristo, pero también en la disposición de obedecer (Fil. 2:12-13), debemos apartarnos de lo que nos pueda manchar (Stg. 1:27). 3) Llegar al cielo: Vamos por la vida con la mira puesta en una puerta estrecha, caminando hacia ella por un camino angosto, pero al final está la casa de Dios (Fil. 3:20; Mt. 7:13-14). Dios obra cada día. (Jn. 17:19; Hch. 20:32; 26:18; 1 Co. 1:2; 6:11; He. 2:11; 10:10; 10:14; Jud. 1:1).
Redención: Dejar en libertad por el pago de un rescate. El pecado ya no es mi amo, Cristo me compró con su sangre y me rescató de la ley, Dios selló esa compra con el Espíritu Santo. (Ef. 1:7; Ro. 3:24-25; 8:1-2; Tito 2:14; Gá. 3:13; He. 10:11-12; 1 Pd. 1:18-19; 1 Co. 6:20; Mt. 20:28).
Reconciliación: Éramos enemigos de Dios por llevar una vida como nosotros queríamos, en nuestros propios placeres e ignorancia y no como Dios ordena, por lo tanto, éramos enemigos de Dios, sujetos de la ira de Dios. Jesús con su vida quita el muro que nos separaba de Dios y construye un puente con su sangre que nos lleva al Padre, haciéndonos amigos de Dios. (2 Co. 5:19; Ef. 2:16; 2 Co. 5:18; Col. 1:20; Ro. 5:10).
Propiciación: Jesús fue el blanco de la ira de Dios, para desviar esa ira hacia Él y que no cayera sobre nosotros. Cristo no se hizo pecado, siempre fue puro y perfecto, sin mancha, mas Dios lo trató como a un pecador. (Ro. 3:23-26; Jn. 3:36; 1 Jn. 2:2; 3:5; 4:10, 14).
¡Jesús es Dios! En el Antiguo Testamento Dios se presenta como “YO SOY” (Éx. 3:13-14). En el texto del evangelio de Juan, encontramos un total de veintitrés veces la poderosa afirmación “YO SOY” de nuestro Señor Jesús (Jn. 4:26; 6:20, 35, 41, 48, 51; 8:12, 18, 24, 28, 58; 10:7, 9, 11, 14; 11:25; 13:19; 14:6; 15:1, 5; 18:5, 6, 8).
Él une su “YO SOY” con siete poderosas metáforas que expresan su relación salvadora con el mundo: “YO SOY el pan de vida” (6:35, 41, 48, 51). “YO SOY la luz del mundo” (8:12). “YO SOY la puerta de las ovejas” (10:7, 9). “YO SOY el buen pastor” (10:11, 14). “YO SOY la resurrección y la vida” (11:25). “YO SOY el camino, y la verdad, y la vida” (14:6). “YO SOY la vid verdadera” (15:1, 5).
En Sólo Jesús Salva servimos a la iglesia para conocer cuál es el Evangelio y cómo hablarlo con otras personas.
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